¿Sigues haciendo las cosas como las hacían tus padres?
Todos creemos que nuestra forma de hacer las cosas es la correcta.
Por esto cuestionamos cómo lo hacen los otros y les damos lecciones.
Es algo que nos han enseñado de pequeños, para educarnos.
¿Pero lo que haces, la forma en que lo haces, es la mejor forma de hacerlo?
Posiblemente, no.
Veámoslo en un ejemplo muy simple.
Cocina una tortilla a la francesa.
Coges el huevo y la sartén.
Le pones aceite.
Enciendes en fuego.
Bates los huevos.
Los tiras a la sartén.
Cuando ya tiene forma de tortilla, la doblas, dos veces.
Formas un “canuto” plano.
¡Hecha!
Pero, ¿estás seguro que es la mejor forma?
Aquí, en la India, en Japón, en Perú, en Francia?
Si algo tan sencillo, lo extrapolas a tu vida, a cualquier cosa.
Seguro que lo puedes hacer de otra forma, de miles de formas diferentes.
Y, si observándolo.
Descubres que lo puedes hacer mejor, quizás cambias.
Si descubres que no, que ya lo hacías bien, te quedas tu idea.
Porque en realidad.
Todos hacemos cosas como las han hecho siempre nuestra familia, amigos, parejas, sociedad...
Son patrones de conducta heredados.
Y si no eres crítico con lo que haces.
No evolucionas.
Siempre consigues los mismos resultados.
No avanzas en tu vida.
Entonces, ¿cómo puedes hacerlo?
La mejor forma es darte cuenta.
Transformar todas las situaciones en tu laboratorio.
Observar contínuamente.
Poner atención en lo que haces.
Transformar tu vida en una investigación.
Y para que esto sea posible, necesitas estar despierto.
Y para conseguir una mente despierta.
El mejor ejercicio que existe es meditar.
Hablo sobre meditación para personas despiertas que buscan mejorar su forma de vivir.